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♎ libras ♎

Siddhartha

Siddhartha

¿Qué sabes hacer?

-Sé pensar. Esperar. Ayunar.

¿Nada más?

-Nada más... Pues sí, también sé hacer poesías. ¿Quieres darme un beso por una poesía?

-Si me gusta la poesía, sí. ¿Cómo se llama?

 

Siddharta, después de pensar un instante, empezó a recitar estos versos:

En un umbrío parque entró la bella Kamala,

a la entrada de la fronda hallábase el moreno samana.

Al ver la flor de loto se inclinó profundamente,

y, sonriendo, se lo agradeció Kamala.

A ella prefiero, en vez de sacrificar ante

los dioses, pensó el joven.

Sí, prefiero ofrecer los sacrificios a la bella Kamala.

Kamala aplaudió tan fuerte que sus pulseras de oro resonaron argentinas

-Me gustan tus versos, moreno samana. Y, en verdad, no pierdo nada, si te doy un beso.

Con los ojos le atrajo; Siddharta inclinó el rostro sobre el de Kamala y depositó su boca sobre la del higo recién abierto. El beso de Kamala fue largo; con profundo asombro, Siddharta se dio cuenta de que le enseñaba, pues era sabia; le dominaba, le rechazaba, le atraía, y tras el primer beso le esperaba una larga sucesión de besos bien ordenados, bien probados, cada uno distinto del siguiente. Respiró profundamente y en ese momento sintióse sorprendido como un niño, ante la abundancia de cosas nuevas y dignas de aprender que se descubrían ante sus ojos.

-Tus versos son muy bellos -exclamó Kamala-; si yo fuera rica te los pagaría a precio de oro. Pero te será difícil ganar con versos tanto dinero como el que tú necesitas. Pues necesitarás mucho, si quieres ser amigo de Kamala.

-¡Cómo sabes besar, Kamala! -balbució Siddharta      

...

Quisiste. Mira, Kamala: cuando arrojas una piedra al agua se va al fondo por el camino más corto. Así sucede cuando Siddharta se propone algo. Siddharta no hace nada, espera, piensa, ayuna, pero avanza a través de las cosas del mundo, como la piedra a través del agua, sin hacer nada, sin moverse; es empujado, se deja caer. Su meta le atrae, pues no deja penetrar nada en su alma que pueda entorpecerle el camino hacia su meta. Esto es lo que Siddharta aprendió junto a los samanas.  

... La mayoría de los hombres, Kamala, son como hojas que caen del árbol, revolotean en el aire, vacilan y caen al suelo. Pero otros, unos pocos, son como estrellas que recorren un camino fijo, no las alcanza el viento y llevan en sí su propia ley y su propio rumbo.


«Tú sólo tienes miedo si no estás en armonía contigo mismo.»

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